Ponemos a su disposición información de interés que le ayudará a saber más acerca de enfermedades y acciones relacionadas a cuidar su salud y la de su familia.
La muerte está latente en la vida de todos, es una certeza. ¿Cuándo llegará? Nadie lo sabe. Lo hará, sin duda, pero el cuándo y cómo, son un enigma.
Dependiendo de las características de la persona, como la edad, condiciones de salud y las circunstancias de la muerte, el impacto con el que se recibe la noticia es diferente. Es inevitable pasar por el dolor, la angustia, la negación y todo el proceso de duelo que se presenta y ayuda a continuar con la vida de los deudos.
Cuando esta pérdida llega en fechas significativas, como Navidad y fin de año, pareciera que el dolor aumenta. La sensación de angustia y vacío crece de tal manera que se experimenta una sensación de asfixia generada por dolor, disminuye el apetito, hay alteración del sueño, apatía durante gran parte del día, el llanto es constante y no hay ánimo de nada, incluso, lo que daba alegría ahora genera tristeza y recuerdo dolorosos.
Se niega y reniega de todo aquello que combina la alegría de la festividad con el dolor de la pérdida ante el árbol navideño, los adornos, la cena, los abrazos y buenos deseos. Hay una mezcla de emociones que llevan a querer huir, gritar, explotar, pedir que todos se vayan. Esto, cuando no se entiende el dolor de los otros, genera un conflicto dentro de la familia, ya que siempre habrá alguien que, con el afán de ayudar, intente hacer la celebración de las festividades más intensa o llamativa con la fantasía de que, quien ya se fue, vea a todos felices desde donde esté.
Recordar, no sólo en esta temporada, sino en cada una en las que se tuvo la suerte de compartir experiencias con esa persona, que físicamente ya no está, es parte de adaptarse a un nuevo estilo de vida, donde sólo hay recuerdos. Pero si este dolor se intensifica con el tiempo, impide a los deudos continuar con su vida, afecta todas sus áreas, los lleva al abandono físico y emocional, es tiempo de buscar el apoyo psicológico.
Todos, en algún momento de nuestra vida, experimentamos o vamos a experimentar una pérdida. No hay recetas de cómo adaptarnos a ello, pero en el instante que llegue y vaya pasando el dolor tan intenso del primer momento, es importante hacernos las siguientes preguntas: ¿cómo habría sido mi vida de no haberle tenido o conocido?, ¿qué aprendimos juntos y de manera individual?, ¿cuánto crecí como persona por el hecho de descubrir la mi capacidad de amar?
Estas interrogantes podrían llevar a una respuesta: a decir “gracias”, porque la vida les dio la oportunidad de compartir juntos y, al llegar la muerte, seguramente, estuviste en sus pensamientos.
Es mejor expresar el dolor, recordar, celebrar y agradecer por el regalo de haber visto tu vida enriquecida por esa persona que ya no está. Si esta aflicción pasa a ser angustia, rabia y detiene el quehacer de la vida diaria, con afectación, no sólo a quien lo padece, sino también a todo su círculo más cercano, recuerda que en el SIMISAE podemos escucharte y acompañarte en este proceso que, al inicio, está lleno de pesar, pero que, con el tiempo y el apoyo profesional, va disminuyendo y se aprende a seguir con la vida, a recordar sin sufrimiento y a disfrutar de esas memorias que forman parte de la vida misma. Llámanos: 800 911 3232.