En el ámbito de la salud, el estigma social se relaciona con una característica, rasgo o atributo diferenciador que, con base en las creencias de la sociedad, desacredita, desvaloriza a una persona o grupo de personas que lo poseen.

En los últimos años es más frecuente la estigmatización en aquellos con afecciones relacionadas a problemas conductuales, tales como el sobrepeso y obesidad. En esta situación no solo se debe lidiar con las repercusiones clínicas de la patología, sino también con el impacto del estigma social como la exclusión, el rechazo, la denigración, etc.

¿Qué es estigmatizar a una persona?

En términos simples, es atribuirle a alguien un rasgo que tiene un valor social negativo. El estigma social por obesidad tiende a enfocarse en la apariencia física y en cómo esta se desvía de las “normas” o estereotipos “adecuados”. A raíz de ello, se culpa a las personas con obesidad de su propio peso corporal, por “falta de motivación, voluntad, o disciplina”.

Desafortunadamente, el estigma y discriminación son una constante en las personas con obesidad tanto por sus familias como en el ámbito laboral, escolar, médico, en la vía pública y hasta en los medios de comunicación. La activista Magdalena Piñeyro señala: “es imposible estar saludable si se sufre discriminación”. Es decir, no ayuda al individuo el ser señalado por su peso.

El estigma y discriminación pueden expresarse con agresiones directas como la humillación pública, ridiculización, acoso, críticas. Aun cuando todas las personas con obesidad pueden estar sujetas a este tipo de trato, las mujeres son quienes más sufren del estigma social y padecen lo que se conoce como sesgo de peso, hace referencia a la internalización de los estereotipos. Es cuando, con frecuencia, escuchamos que la persona tiene sobrepeso porque no es responsable consigo misma, y está así “porque quiere”.

¿Por qué la obesidad es un problema social?

Los modelos de belleza, estética, valorización social de la delgadez y del cuerpo fit, son las causas por las que la sociedad considera a un cuerpo como algo desagradable por ser distinto a los patrones.

Muchas veces se asume que tener un cuerpo delgado o musculoso es sinónimo de salud, cuando la realidad puede decirnos que no es así. Escuchamos que el incumplimiento individual explica el fracaso para perder peso, y que los problemas emocionales son la causa de la obesidad. Ello genera la creación de actitudes que contribuyen a la predisposición negativa del cuerpo y aleja a las personas de ver lo que en realidad puede ser importante en el cuidado de su salud.

Estas representaciones de la imagen están acompañadas del poder que tiene la industria de las dietas, la moda, la cosmética y belleza, ya que favorecen la inseguridad corporal y formación de un diálogo interno aterrador con un eco resonante de estas exigencias sociales.

Hoy, contamos con evidencia científica que demuestra que la regulación del peso corporal no está del todo bajo control del individuo y que, más allá de lo aceptable por la sociedad, la obesidad es multifactorial: problemas biológicos, genéticos y ambientales contribuyen de manera crítica.

¿Cómo afecta el estigma a las personas?

El impacto del estigma social en quienes las padecen es inmenso. Pueden desencadenar depresión, ansiedad, trastornos de la conducta alimentaria, baja autoestima, dificultad para encontrar empleo, rechazo social de compañeros de escuela o trabajo y de la familia, prácticas insanas para el control de peso, entre muchas otras.

¿Cómo superar el estigma social?

Buscar terapia psicológica ayuda a este problema de salud pública. Comienza a preguntarte: ¿cómo es la relación con tu cuerpo?, ¿lo has criticado en algún momento? Esta autoexaminación honesta de tus propias actitudes y pensamientos, permite ejercer cambios. Buscamos acercarnos a conductas relacionadas al buen trato, no solo para con uno mismo, también para con las personas a nuestro alrededor.

Si tienes dudas, comunícate al SIMISAE, llama al 800 911 66 66, opción 3; recibirás ayuda psicológica gratuita las 24 horas.